Amaneció lloviendo

Hace tiempo que no escribía nada, mis palabras quedaron enterradas bajo las capas del olvido. No existía motivo, ni musa que las convocara, hasta que emergiste tú, como un vendaval en mi ser, sacudiendo los cimientos de mi alma y desenterrando los versos que dormían en lo más profundo.

Con tu presencia fugaz pero devastadora, me hiciste resurgir este río de insparción que yacía estancado. Como un eclipse repentino, eclipsaste la monotonía y despertaste en mí la necesidad de plasmar en papel los fragmentos de un corazón en pedazos.

Antes de tí, las lluvias solo eran agua cayendo del cielo, ahora se tiñen con el matiz de tu recuerdo. Cada gota es un susurro de tu nombre, cada tormenta es un reflejo de la tormenta que dejaste en mi mente y en mi corazón. Pamtto, tu nombre resuena en mis pensamientos como un eco melancólico.

La única noche que compartimos, sentados bajo el manto estrellado, los cuerpos celestes fueron testigos de nuestra efímera conexión, enmarcadas en las trivialidades de nuestras conversaciones. Mientras las luciernagas aparecián, yo me enredaba en los laberintos de mis pensamientos, como un caminante perdido en la neblina. Recuerdo que la música, una melodía entre las sombras, resonaba en mi corazón, recordándome la fugacidad de cada nota, de cada instante.

En ocasiones te observaba fijamente, anhelando atrapar tu esencia en la penumbra de mi mente, sabiendo que cada mirada era un adiós enmascarado.

Pero ahora, Pamtto, te llevaste mi tiempo contigo sin advertencia ni consciencia. Y como mi reloj, mi corazón no puede evitar sentirse como una máquina detenida en tu ausencia, marcando las horas vacías con la lejana esperanza latente de que algún día ese reloj nos permita cruzar nuestros caminos nuevamente.

Así, entre la penumbra de mis días, entre el murmullo de la lluvia y las sombras de la noche, resurgen mis palabras, clamando por una razón para ser feliz más allá de la memoria de un amor efímero.

Para Pamela Giselle Santos Bacchetto

Abril 2024

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